Fustel de Coulanges
Introducción
En
este libro podemos observar la estructura religiosa y familiar del
pueblo romano y del griego, además de cómo es la ciudad de Roma y
Atenas.
Grecia y Roma son dos civilizaciones que marcaron la
historia de la humanidad, Grecia por su maravillosa cultura y Roma por
su poderío militar y su expansionismo, además de su estructura política;
estas civilizaciones han sido la base de muchas culturas actuales.
Hablando
de Grecia, nos damos cuenta que sus maravillosos filósofos y pensadores
fueron la base para la evolución científica del mundo actual, además
que gran cantidad de sus principios filosóficos prevalecen hasta la
actualidad como validos e irrefutables. Teniendo en cuenta que existió
hace 2600 años nos damos cuenta que era una ciudad (Atenas), con una
cultura impresionante, y una organización política y familiar digna de
admirar e imitar.
En Roma, la cual es la materia de nuestro
estudio, nos damos cuenta que sus tres épocas fueron imitadas por el
resto de la humanidad (tal vez estos le copiaron la república a Grecia,
pero por la evolución que llevo Roma podemos atrevernos a decir que fue
de origen propio), respecto a la organización política, Roma estaba
perfectamente estructurada en clases sociales, entre las cuales existía
gran diferencia, pero las clases inferiores tenían forma de ser
ciudadanos, para así obtener los beneficios de estos, también podían ser
libres y dejar atrás la esclavitud por medio de diferentes formas, las
cuales son dignas de analizar; hablando de su estructura política, Roma
estuvo integrada por magistraturas, las cuales eran las encargadas de
dirigirla, en distintas épocas estas fueron abolidas por la excesiva
hambre de poder de sus jefes supremos (muchas veces no era hambre de
poder, sino demencia), el pueblo romano llego a tener tanto poder que
fueron dueños del mediterráneo, de gran parte de Europa, de parte de
Asia, el norte de África, así nos damos cuenta del poder expansionista
que tenia Roma.
Nos atrevemos a decir, que Grecia y Roma fueron
lo máximo de su tiempo, con Roma, su caída fue a causa de su excesivo
territorio, ya que tenían tanto que no lo podían controlar, con Grecia,
lo ignoro; volviendo a Roma, fu tan grande su imperio que lo tuvieron
que dividir en 2: el de oriente y el de occidente, uno cayo en el 476
por causa de los bárbaros, el otro en 1453 a causa de los bárbaros.
Roma
estuvo plagada de personajes distinguidos, desde grandes gobernantes,
juristas, psicópatas, generales, y un sin fín de personajes que merecen
que hablemos un poco mas de ellos; Grecia se caracterizo por contar con
grandes filósofos, los cuales pasaban su tiempo tratando analizando todo
y formulándose las preguntas clásicas : “Que es” y “para que es”, los
cuales a través del tiempo nos vamos dando cuenta de su gran intelecto y
su necesidad de aprender cosas nuevas del entorno y de la conducta
humana.
Roma se caracterizo por ser un cuerpo bien
estructurado, gracias al cual, en la actualidad imitamos muchas cosas de
este, por eso llevamos esta materia, que nos sirve para conocer el
origen del derecho actual, los griegos nos ayudan a pensar,
dado que los principios básicos de la utilización de la mente fueron
instituidos por ellos, además de muchas cosas que hasta la actualidad
son dignas de admirar.
LIBRO PRIMERO
CAPITULO I - Creencias Antiguas
Hasta
los últimos tiempos de la historia de Grecia y Roma se vio persistir
entre el vulgo un conjunto de pensamientos, y usos, que indudablemente,
procedían de una época remotísima. De ellos podemos inferir las
opiniones que el hombre se formo al principio sobre su propia
naturaleza, sobre su alma y sobre el misterio de su muerte.
Las
generaciones antiguas, mucho antes que hubiera filósofos, creyeron en
una segunda existencia después de la actual, consideraron la muerte, no
como una disolución del ser, sino como un mero cambio de vida.
Según
las más antiguas creencias de los griegos y de los italianos, no era en
un mundo extraño el presente a donde el alma iba a pasar su segunda
existencia, permanecía cerca de los hombres y continuaba viviendo bajo
la tierra (sub terra censabant reliqium vitam agi mortorum).
También
se creyó durante mucho tiempo que en esa segunda existencia el alma
permanecía asociada al cuerpo. Nacida con el, la muerte no los separaba y
con el se encerraba en la tumba; cuando se colocaba un cuerpo en el
sepulcro, se creía que era algo viviente lo que ahí se colocaba.
Era
costumbre, al fin de la ceremonia fúnebre, llamar tres veces al alma
del muerto por el nombre que había llevado. Se le deseaba vivir feliz
bajo tierra; se escribía en la tumba que él reposaba allí. Jamas se
prescindía de enterrar con el los objetos de que, según se suponía,
tenia necesidad.
De esta creencia primitiva se derivo la
necesidad de la sepultura. Para que el alma permaneciera en esta morada
subterránea, que le convenía para su segunda vida, era necesario a que
el cuerpo al que estaba ligada quedase recubierto de tierra. El alma que
carecía de tumba no tenia morada, vivía errante, se convertía pronto en
malhechora.
La antigüedad entera estaba persuadida de que sin la
sepultura el alma era miserable, y que por la sepultura adquiría la
eterna felicidad.
Las formulas de la ceremonia fúnebre, puesto
que sin ellas las almas permanecían errantes y se aparecían a los vivos,
es que por ellos se fijaban y encerraban en las tumbas, y así como
habían formulas que poseían esta virtud, los antiguos tenían otra con la
virtud contraria: la de evocar a las almas y hacerlas salir
momentáneamente del sepulcro.
Se temía menos a la muerte que a la privación de la sepultura, ya que se trataba del reposo y la felicidad eterna.
En
las ciudades antiguas la ley infligía a los grandes culpables un
castigo reputado como terrible: la privación de la sepultura. Hay que
observar entre los antiguos se estableció otra opinión sobre la mansión
de los muerto, se figuraron una región, también subterránea pero
infinitamente mayor que la tumba, donde todas las almas lejos de su
cuerpo, vivían juntas y donde se les aplicaban penas y recompensas.
Se
rodeaba a la tumba de grandes guirnaldas de hierba y flores, que se
depositaban tortas, frutas, sal, se derramaba leche, vino, y a veces la
sangre de alguna víctima.
CAPITULO II - El culto de los muertos
Entre
los griegos había entre cada tumba un emplazamiento destinado a la
inmolación de las víctimas y a la cocción de su carne. La tumba romana
también tenia su culina, especie de cocina de un genero particular, y
para el exclusivo uso de los muertos.
Estas creencias dieron pronto a lugar las reglas de conducta. Puesto
que el muerto tenia necesidad de alimento y bebida, se concibió un deber
de los vivos satisfacer esta necesidad, fue obligatorio.
Los
muertos pasaban por seres sagrados, los antiguos les otorgaban los más
respetuosos epítetos que podían encontrar: llamándoles bienaventurados,
buenos, santos. Para ellos tenían toda la veneración que el hombre pueda
sentir por la divinidad que ama o teme; en su pensamiento cada muerto
era un dios. No se daba distinción entre los muertos. Los griegos daban
de buen grado el nombre de dioses subterráneos, los romanos les daban el
nombre de dioses “manes”. Las tumbas eran los templos de estas
divinidades.
Si el muerto al que se olvidaba era un malhechor,
aquel al que se honraba era un dios tutelar, que amaba a los que
ofrecían el sustento. Estas almas humanas divinizadas por la muerte,
eran lo que los griegos llamaban demonios o héroe, los romanos le dieron
el nombre de lares y manes.
CAPITULO III - El fuego sagrado
La
casa de un griego o romano encerraba un altar, en este altar tenia que
haber un poco de ceniza y carbones encendidos, era una obligación
sagrada para el jefe de la casa el conservar el fuego de día y noche. No
era licito alimentar ese fuego con cualquier clase de madera, este
fuego debía conservarse siempre puro.
Había un día del año, que
para los romanos era el 1 de mayo en que cada familia tenia que extender
su fuego sagrado y encender otro inmediatamente, pero para obtener el
nuevo fuego era preciso observar escrupulosamente algunos ritos. El
fuego tenia algo de divino, se le adoraba, se le rendía un verdadero
culto.
Jamas salía el hombre sin dirigir una oración a su hogar;
al regreso antes de ver a su mujer y de abrazar a sus hijos debía
inclinarse ante el hogar e invocarlo, el fuego del hogar era pues la
providencia de la familia.
El culto del fuego sagrado no solo
pertenecía Grecia y Roma, sino que también se encontraba en oriente,
entre los indos suele llamarse agni.
El hombre culpable no podía acercarse a su hogar, hasta que se purificara de la mancha.
El
nombre del fuego sagrado fue personificado con el nombre de Vesta. Se
represento a esta divinidad con rasgos de mujer, porque la palabra con
que se designo al altar era de genero femenino. Vesta fue la diosa
virgen, que no representaba en el mundo la fecundidad ni el poder, fue
el orden, pero no el orden rigurosos, abstracto, la ley imperiosa y
fatal, que se advirtió muy pronto en los fenómenos de naturaleza física.
Lares
o héroes no eran otra cosa que el alma de los muertos, a la que el
hombre imponía un poder sobrehumano y divino. El recuerdo de uno de
estos muertos sagrados estaba ligado siempre al hogar. Dorando a uno no
podía olvidarse al otro. Era costumbre muy antigua enterrar a los
muertos en las casas.
Se puede pensar que el hogar domestico solo
fue, en su origen, el símbolo del culto de los muertos, que bajo la
piedra del hogar descansaba un antepasado, que el fuego se encendía allí
para honrarle y, que este fuego parecía conservar en el la vida o
representaba a su alma siempre vigilante. Esto solo es una conjetura.
Capitulo IV - La religión domestica
Desde
hace muchos años el hombre solo admite una doctrina religiosa mediante
dos condiciones: que le anuncie un dios único, y que se dirigía a todos
los hombres y a todos sea accesible sin rechazar sistemáticamente
ninguna clase ni raza.
En esta religión primitiva cada dios solo
podía ser adorado por una familia. La religión era puramente domestica.
Una de las reglas de aquel culto, era que cada familia solo podía
rendir culto a los muertos que le pertenecían por la sangre, por eso la
ley prohibía que un extranjero se acercase a una tumba, tocar con el
pie, aun por descuido una sepultura era un acto impío.
En Grecia y
Roma así como en la India, el hijo tenia el deber de hacer las
libaciones y sacrificio a los manes de sus padres y de todos los
abuelos.
Entre los vivos y los muertos de cada familia existía un
cambio perpetuo de buenos oficios. El muerto no podía prescindir del
vivo, ni este del muerto.
Cada familia tenia su tumba, donde los
muertos descansaban en su tumba unos al lado de otros, siempre juntos.
El culto no era publico, al contrario las ceremonias solo se celebraban
por los miembros de la familia.
Para esta religión domestica, no
había reglas uniforme, ni ritual común. Cada familia poseía la mas
completa independencia. Ningún poder exterior tenia el poder de regular
su culto o su creencia. No existía otro sacerdote que el padre.
Esta religión solo podía propagarse por la generación. La religión domestica solo se propasaba de varón en varón.
LIBRO II
LA FAMILIA
Capitulo 1 - La religión ha sido el principio constitutivo de la familia antigua
En
ciertos días, cada cual determinado por su religión domestica. Los
vivos se reúnen cerca de los antepasados. Les llevan la comida fúnebre,
les vierten la leche y el vino, depositan las tortas y frutas o queman
en su obsequio la carne de una víctima. A cambio de estas ofrendas,
solicitan su protección, les llaman sus dioses y les piden que den
fertilidad al campo, prosperidad a la casa, virtud a los corazones.
El
principio de la familia antigua no radica en la generación
exclusivamente. El principio de la familia tampoco consiste en el afecto
natural, pues el derecho romano y el griego no tienen para nada en
cuenta ese sentimiento.
El fundamento de la familia romana, han
creído que ese fundamento debía encontrarse en el poder paternal o
marital. Lo que une a los miembros de la familia antigua, es la religión
del hogar y los antepasados.
Una familia era un grupo de
personas al que la religión permitía invocar al mismo hogar y ofrecer la
comida fúnebre a los mismos antepasados.
Capitulo II - El matrimonio
El
matrimonio es pues, un acto grave para la joven, y no menos grave para
el esposo, pues esta religión exige que se haya nacido cerca del hogar
para tener el derecho de sacrificarle, y sin embargo va introducir cerca
de su hogar a una extraña.
El matrimonio era la ceremonia santa
que había de producir esos grandes efectos. La religión con que se
consumaba el matrimonio no era la de Júpiter o la de Juno, o la de otros
dioses del olimpo. La ceremonia no se realizaba en el templo, sino en
la casa, y la presidía el dios domestico.
La ceremonia entre los
griegos se componía, por decirlo así de tres actos: ante el hogar del
padre, en el hogar del marido y en el transito de uno a otro. El
matrimonio romano se parece mucho al griego y como este comprendía tres
actos: traditio, deductio in domun, confarreatio. La joven
abandona el hogar paterno, se conduce a esta a la casa del esposo, se
canta en torno a ella un antiguo himno religioso, el cortejo se detiene
ante la casa del marido, allí se presenta a la joven el agua y el fuego;
luego se conduce a la esposa ante el hogar donde se encuentran las
imágenes de los antepasados. Comen juntos una torta de flor de harina,
es lo que realiza la unión santa entre los esposos. El matrimonio ha
sido para ella como un segundo nacimiento.
Esta religión no
acepta la poligamia, haciéndolo indisoluble y el divorcio casi
imposible. El derecho romano permitía fácilmente disolver el matrimonio
por coemptio pero el religioso era muy difícil. El efecto de la conferatio solo podía ser destruido por la differratio.
Capitulo III - De la continuidad de la familia; celibato prohibido; divorcio en caso de esterilidad; desigualdad entre el hijo y la hija
Las
creencias referentes a los muertos y al culto que se les debía han
constituido la familia antigua y le han dado la mayoría de sus reglas.
La regla de que cada familia debía de perpetuarse siempre, los muertos
necesitaban que su familia nunca se extinguiese. La extinción de la una
familia produce la ruina en la religión de esta.
La ley
encargaba en Atenas al primer magistrado de que ninguna familia se
extinguiese, también la ley romana se mostraba atenta a no dejar caer
ningún culto domestico. Una familia que se extingue es un culto que
muere. El gran interés de la vida humana era continuar la descendencia
para continuar el culto, en virtud de estas opiniones, el celibato era
una grave impiedad y una desgracia. Apenas hubo leyes y declararon que
el celibato era cosa mala y punible. Cuando las leyes dejaron de
prohibir el celibato, no por eso dejo de estarlo por las costumbres.
El
hijo que había de perpetuar la religión domestica debía ser el fruto de
un matrimonio religioso. El matrimonio era pues obligatorio
El
efecto del matrimonio a los ojos de la religión y de las leyes era unir a
dos seres en un mismo culto domestico para hacer nacer un tercero que
fuese apto para continuar ese culto. Si el matrimonio solo había sido
efectuado para perpetuar la familia, parecería justo que pudiera
disolverse si la mujer era estéril. Si un matrimonio resultaba estéril
por causa del marido, no era menos necesario que la familia continuase,
entonces su hermano o algún pariente del marido debía de sustituirlo.
El
nacimiento de una hija no realizaba el objeto del matrimonio, En efecto
la hija no podía continuar el culto, pues el día que se casaba
renunciaba a la familia y al culto de su padre. Era pues el hijo a quien
esperaba el que era necesario. El ingreso de este hijo a la familia se
señalaba con un acto religioso.
Capitulo IV - De la adopción y de la emancipación
El
deber de perpetuar el culto ha sido el principio del derecho de
adopción entre los amigos. “A aquel a quien la naturaleza no ha
concebido hijos puede adoptar uno para que no cesen las ceremonias
fúnebres”. Teniendo su razón de ser la adopción solo en la necesidad de
prevenir que el culto se extinguiese siguiese que nada, estaba permitida
al que no tuviese hijos.
Cuando se adoptaba a un hijo era
preciso, ante todo, iniciarlo en el culto, por eso se realizaba la
adopción con una ceremonia sagrada que parece ser muy semejante a la que
marcaba el nacimiento de un hijo.
A la adopción correspondía
como correlativo la emancipación. Para que un hijo pudiera entrar a una
nueva familia, era de todo punto preciso haber salido de la antigua.
Capitulo V - Del parentesco que los romanos llamaban agnación
Platón
dice que el parentesco es la comunidad de los mismos dioses domésticos.
No se podía ser pariente por línea de las mujeres, la mujer no
trasmitía la existencia ni el culto. El principio del parentesco no
radicaba en el acto material del nacimiento, sino del mismo culto.
Así
como la religión solo se trasmitía de varón en varón, así esta
atestiguado por todos los jurisconsultos antiguos que dos hombres no
podían ser agnados entre sí, a menos que, remontándose siempre de varón
en varón, resultase que tuviese antepasados comunes. La regla para la
agnación era pues la misma que para el culto.
El lazo de sangre
no basta para establecer este parentesco, se necesita el lazo de culto,
la religión determinaba el parentesco. A medida que esta antigua
religión se debilitaba, la voz de la sangre comenzó a hablar mas alto, y
el parentesco por el derecho fue reconocido por el derecho. Los romanos
lo llamaron cognatio.
Capitulo VI - El derecho de la propiedad
Se
sabe que algunas razas nunca llegaron a establecer la propiedad
privada, que otras lo lograron después de mucho tiempo y trabajo. Entre
los antiguos germanos - según algunos autores - la tierra no pertenecía a
nadie.
Al contrario, las poblaciones de Grecia e Italia, desde
la más remota antigüedad han practicado la propiedad privada. Ningún
recuerdo histórico ha quedado de que la tierra haya sido común.
Parece
ser que entre los griegos, el concepto del derecho de propiedad siguió
una marcha completamente opuesta a la que parece natura. No se aplico a
la cosecha primero, y al suelo después, se siguió el orden inverso.
La
idea de la propiedad privada estaba implicada en la religión misma.
Cada familia tenia su hogar y sus antepasados, esos dioses solo podían
ser adorados por ella, solo a ella protegían, era su propiedad.
Un
mismo muro no puede ser común a dos familias, pues entonces habría
desaparecido el recinto sagrado de los dioses domésticos. En roma la ley
fija en dos pies y medio la anchura del espacio libre que debe separar
siempre a dos casas, y este espacio queda consagrado al dios del
recinto.
La familia poseía pues, una tumba común, donde sus
miembros, uno tras otro, habían de reposar. La regla era la misma para
esa tumba que para el hogar. Así como las casas no debían estar
contiguas, las tumbas tampoco, sino que cada una tenia un cerco
aislante. He aquí, pues, una parte de la tierra que, en nombre de la
religión, se convierte en un objeto de propiedad perpetuo para cada
familia. La sepultura había establecido la unión indisoluble de la
familia con la tierra, es decir, la propiedad.
En la mayoría de
las sociedades primitivas, la propiedad había sido establecida por la
religión. Resulta bastante evidente que la propiedad privada era una
institución que no podía prescindir la religión domestica. No fueron las
leyes las que garantizaron al comienzo el derecho de la propiedad, fue
la religión. Cada dominio se encontraba bajo las miradas de los dioses
domésticos que velaban por él. Para usurpar el campo de una familia era
preciso derribar o trasladar el limite, ahora bien, este limite era un
dios. EL sacrilegio era horrendo y el castigo severo.
De todas
estas creencias, de todos estos usos, de todas estas leyes, resulta
claramente que es la religión domestica la que ha enseñado al hombre a
apropiarse de la tierra y le ha garantizado su derecho sobre de ella.
Compréndese
sin gran trabajo que el derecho de propiedad, así concebido y
establecido, haya sido mucho más completo y absoluto en sus efectos a lo
que el presente pueda serlo en nuestras sociedades modernas, que lo
fundan en otros principios.
Solo conocemos el derecho romano a
contar de las doce tablas, es evidente que en esta época estaba
permitida la venta de la propiedad, pero hay razones para creer que en
la primera etapa de Roma la tierra era inalienable como en Grecia. En
fin se permitió vender el dominio, pero también para eso se necesitaban
las formalidades de la religión.
Capitulo VII - El derecho de sucesión
Habiéndose
establecido el derecho de propiedad para la realización de un culto
hereditario no era posible que ese derecho se extinguiese por la corta
existencia del individuo. El hombre muere, el culto permanece, el hogar
no debe extinguirse ni la tumba abandonarse. Prosiguiendo la religión
domestica, el derecho de propiedad debe continuar con ella.
Dos
cosas están ligada estrechamente en las creencias como en las leyes de
los antiguos: el culto de una familia y la propiedad de la misma. La
persona que hereda, sea quien sea, esta encargada de hacer las ofrendas
sobre la tumba.
Siendo la religión domestica como ya hemos visto,
hereditaria de varón en varón, la propiedad también lo es. El hijo
hereda, pero la hija no, en el derecho romano, la hija no hereda del
padre si se casa, en el griego de ninguna manera. La hija no es apta
para continuar la religión paterna, pues que se casa, y al casarse
renuncia al culto del padre para adoptar el del esposo. Si un padre
dejase sus bienes a la hija, las propiedades se separarían del culto, y
esto es inadmisible. La religión le prohibe heredar de su padre.
Si
no en las leyes, había al menos en la practica y en las costumbres una
serie de dificultades opuestas a que la hija fuese tan completamente
propietaria de su parte de patrimonio como el hijo lo era de la suya. Si
era heredera, solo provisionalmente lo era, con ciertas condiciones,
casi con mero usufructo.
Es verdad que los hombres encontraron
muy pronto un giro para conciliar la prescripción religiosa, que
prohibía heredar a la hija, con el sentimiento natural, que aconsejaba
que pudiera gozar de la fortuna paterna. Esto es notable en el derecho
griego. La legislación ateniense propendía manifiestamente a que la hija
imposibilitada de ser heredera, se casase al menos con el heredero.
Si
el padre solo tenia una hija, podía adoptar a un hijo y darlo a la hija
como esposo. También podía instituir por testamento un heredero que se
casase con su hija.
La necesidad de satisfacer a la religión,
combinada con el deseo de salvar los intereses de una hija única, fue
causa de que encontrase otro giro.
Si un hombre moría sin hijos, para saber cual era el heredero de sus bienes, no había mas que buscar al continuador del culto.
Estos
principios regulaban el orden de sucesión. Si un hombre perdía a su
hijo ya su hija, y solo dejaba nietos, el hijo de su hijo heredaba, pero
no el hijo de su hija. A falta de descendientes, tenían por heredero a
su hermano, no a su hermana; al hijo de su hermano, no al hijo de su
hermana. A falta de hermanos y sobrinos, era necesario remontarse en la
serie de los ascendientes del difunto, siempre en línea masculina, hasta
que se encontrase una rama que se hubiese desprendido de la familia por
un varón, luego se descendía por esta rama de varón en varón, hasta
encontrar a un hombre vivo, este era el heredero.
He aquí la ley
de Atenas, “si un hermano muere sin un hijo, hereda el hermano del
difunto, con tal que sea hermano consanguíneo, en su defecto el hijo del
hermano, pues la descendencia pasa siempre a los varones y a los
descendientes de los varones.
Las doce tablas también decidían
que si un hombre moría sin heredero de si mismo, la sucesión pertenecía
al más próximo agnado. Ya hemos visto que nunca podía ser agnado por las
mujeres. El antiguo derecho romano aun especificaba que el sobrino
heredaba del patruus, es decir del hermano de su padre, y no del avunculus, el hermano de su madre.
Respecto
a los efectos de la emancipación y de la adopción, estos representaban
en el hombre un cambio de culto, también en esto el derecho antiguo se
conformaba a las reglas religiosas. El hijo excluido del culto paterno
por la emancipación también estaba excluido de la herencia, el extraño
asociado al culto de la familia por la adopción se trocaba hijo, y
continuaba el culto y heredaba los bienes.
Como era contrario en
la religión que un mismo hombre profesase dos cultos domésticos, tampoco
podía heredar de dos familias, así que el hijo adoptivo que heredaba de
la familia adoptante no heredaba de su familia natural.
Al
principio el testamento no era conocido. El derecho de testar, es decir,
de disponer de sus bienes tras la muerte para transferirlos a otro
distinto del heredero natural, estaba en oposición con las creencias
religiosas, que eran el fundamento del derecho de propiedad y del
derecho de sucesión.
El antiguo derecho indio no conocía el
testamento. El derecho ateniense lo prohibió de un modo absoluto hasta
Solón, y aun este solo lo permitió a los que no dejaban hijos.
Las
doce tablas autorizan el testamento, pero el fragmento referente a este
particular es muy corto y a todas luces incompleto para que podamos
felicitarnos de conocer las verdaderas disposiciones del legislador en
esta materia.
Respecto a la antigua indivisión del patrimonio, en
esas remotas épocas se advierte una institución que ha debido reinar
mucho tiempo, que ha ejercido considerable influencia en la constitución
futura de las sociedades, y sin la cual no podría explicarse esta
constitución. Tal es la indivisión del patrimonio con una especie de
derecho de primogenitura. El primogénito tenia el privilegio, después de
la muerte del padre, de presidir todas las ceremonias del culto
domestico. Solo el primogénito heredaba los bienes.
El
primogénito toma posesión del patrimonio entero, y los demás hermanos
viven bajo su autoridad como vivían bajo la del padre. El primogénito
satisface la deuda con los antepasados, debe pues, tenerlo todo.
Por
lo que a Roma respecta, ninguna ley encontramos que se refiera al
derecho de primogenitura. Pero no debe concluirse de esto que haya sido
desconocido en la antigua Italia. El derecho de primogenitura no
consistía en la expoliación de los segundones para favorecer al hermano
mayor.
Capitulo VII - La autoridad en la familia
La
familia no ha recibido sus leyes de la ciudad. El derecho antiguo no es
obra de un legislador, al contraigo se ha impuesto al legislador. Es en
la familia en donde se ha encontrado su origen. El padre es el primero
junto al hogar, él lo enciende, y él es el pontífice.
La
religión no coloca a la mujer en tan elevado rango. El derecho griego,
el derecho romano, el derecho indio, que proceden de estas creencias
religiosas, están acordes en considerar a la mujer siempre como una
menor. La autoridad del marido sobre la mujer no resultaba de ningún
modo de la mayor fuerza del primero. Como todo el derecho privado, se
deriva de las creencias religiosas que colocaban al hombre en superior
condición que a la mujer.
En el rigor del derecho primitivo, los
hijos permanecen ligados al hogar del padre y, por consecuencia,
sometidos a su autoridad mientras vive, son menores. Gracias a la
religión domestica, la familia era un pequeño cuerpo organizado, una
pequeña sociedad con su jefe y su gobierno.
Los derechos que
componían al poder paternal, eran numerosisimos y podan clasificarse en
tres categoría, según se considera al padre de familia como jefe
religioso, como dueño de la propiedad o como juez:
1)El padre
es el jefe supremo de la religion domestica, el regula todas las
ceremonias del culto, de aquí se deriva toda una serie de derechos:
derecho de reconocer o rechazar al hijo cuando nace, derecho de repudiar
a la mujer, derecho de casar a la hija, derecho de casar al hijo,
derecho de emancipar, derecho de adoptar, derecho de designar en
visperas de morir un tutora la mujer y a los hijos.
2) Solo
podía haber un propietario en cada familia, que era la familia misma, y
un usufructuario (el padre); la propiedad no podía dividirse, y,
descansando integra en el padre, ni la mujer ni el hijo poseían nada
como propio. En el derecho romano se ve y también se encuentra en las
leyes de Atenas, que el padre podía vender a su propio hijo.
3)
La mujer y el hijo no podían ser demandantes, ni defensores, ni
acusadores, ni acusados, ni testigos. Entre toda la familia, solo el
padre podía comparecer ante el tribunal de la ciudad, la justicia
publica solo para el existía, por eso era responsable por los delitos
cometidos por los suyos. Este derecho de justicia que el jefe de familia
ejercía en su casa era completo y sin apelación.
Capitulo IX - La antigua moral de la familia
La
historia no estudia solamente los hechos materiales y las
instituciones, su verdadero objeto de estudio es el alma humana, debe
aspirar a conocer lo que esta alma ha creído, ha pensado, ha sentido, en
las diferentes edades del genero humano.
La religión de estas
primeras edades era exclusivamente domestica, la moral también lo era.
En esta religión del hogar, el hombre jamas implora a la divinidad a
favor de otros hombres, solo lo invoca por si y por los suyos. Esta
religión conoce la misericordia, pose ritos para borrar las manchas del
alma por estrecha y grosera que sea, sabe consolar al hombre hasta de
sus propias faltas. Esta misma religión vela cuidadosamente por la
pureza de la familia. Considera que la más grave falta que puede
cometerse es el adulterio. Otra regla es que la tumba solo contenga a
los miembros de la familia.
Esta moral domestica aun prescribe
otros deberes. Dice a la esposa que debe obedecer, al marido que debe
mandar. Enseña a ambos que deben respetarse mutuamente. Entre los
romanos la presencia de la mujer es tan necesaria en el sacrificio, que
el sacerdote pierde el sacerdocio en cuanto queda viudo.
Pero el
hijo también desempeña su papel en el culto, realiza una función en las
ceremonias religiosas, su presencia es tan necesaria en ciertos días,
que el romano sin hijos se ve obligado a aceptar a uno ficticiamente
para esos días, a fin de que los ritos puedan celebrarse. Puede
suponerse lo que estas creencias inspiraban de respeto y afecto
recíprocos en la familia.
La antigua moral regulada por las
antiguas creencias, ignoraba la caridad, pero enseñaba cuando menos las
virtudes domesticas. El aislamiento de la familia fue en esta raza el
principio de la moral.
Capitulo X - La “gens” en Roma y Grecia
La gens
formaba un cuerpo cuya constitución era perfectamente aristocrática,
gracias a su organización interior, los patricios de Roma y los
eupatrides de Atenas perpetuaron por mucho tiempo sus privilegios.
Los
plebeyos de Roma idearon la formación de gentes a imitación de los
patricios; en Atenas se intento trastornar a los eupatrides, de
fundirlos entre sí y de remplazarlos por los demos, establecidos estos a la imagen de aquellos.
En
Roma como en Atenas había gentes, cada gens tenia un culto especial. En
Grecia se reconocía a los miembros de una misma gens en que realizaban
sacrificios en común desde una época muy remota.
También en Roma
cada gens tenia que realizar algunos actos religiosos, este culto tenia
que perpetuarse de generación en generación, y era un deber dejar tras
de sí hijos que lo continuasen.
Los dioses de la gens, solo la
protegían a ella y solo por ella querían ser invocados. Ningún extraño
podía ser admitido en las ceremonias religiosas, así cada gens tenia su
culto y sus fiestas religiosas, también tenían su tumba común.
El
antiguo derecho de Roma considera a los miembros de una misma gens como
aptos para heredarse mutuamente. No había lazo mas estrecho que el que
ligaba a los miembros de una gens. También en Grecia cada gens tenia su
jefe.
La gens no es otra cosa que la similitud del nombre. Según
otros, la gens solo es la expresión de una relación entre una familia
que ejerce el patronato y otras familias que son clientes. El carácter
de mas relieve y mejor constatado de la gens es que tienen un culto
propio. Si la gens adoraba en común a un antepasado, es que sinceramente
creía descender de el. Todo nos presenta a la gens como unida por un
lazo de nacimiento.
Se puede, pues, entrever un largo periodo
durante el cual los hombres no han conocido otra forma de sociedad que
la familia. Entonces se produjo la religión domestica, que no hubiese
podido nacer en una sociedad de otro modo constituida, y que aun han
debido ser, durante mucho tiempo, un obstáculo para el desarrollo
social. También entonces se estableció el antiguo derecho privado, que
más tarde se encontró en desacuerdo con los intereses de una sociedad ya
algo extensa, pero que estaba en perfecta armonía con el estado de la
sociedad en que nació.
Hay otro elemento que entro en la
composición de esa familia antigua, la reciproca necesidad que el pobre
tiene del rico y el rico del pobre creó a los servidores. Es necesario
que el servidor se convierta por cualquier medio en integrante de esa
familia. A esto se llega por una especie de iniciación del recién venido
al culto domestico.
Mas, por lo mismo que el servidor adquiría
el culto y el derecho de orar, perdía su libertad. Su amo podía hacerlo
salir de la baja servidumbre y tratarlo como hombre libre. Pero el
servidor no salía por eso de la familia. Como a ella estaba ligada por
el culto, no podía separarse por impiedad. Con el nombre de liberto o el de cliente, seguía reconociendo la autoridad del jefe o patrono y no cesaba de tener relaciones con deber a el.
La
clientela es un lazo sagrado que la religión ha formado y que nada
puede romper, una vez cliente de una familia, ya no es posible
desligarse de ella.
De todo esto se deduce que la familia de los
más remotos tiempos con su rama principal y sus ramas secundaria, con
sus servidores y sus clientes, podía formar un grupo de hombres muy
numeroso.
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